Cuando la fundadora era estudiante, solía hacer un pay de manzana porque les gustaba a sus hermanos; poco a poco lo fueron probando más personas, hasta que el pay de manzana se hizo famoso en la familia. Años después estaba haciendo una estancia en la Universidad de San Diego y vivía con una prima y su familia a quienes les dio a probar su pay de manzana. Cuando llegó el otoño un día su prima le dio una calabaza y le dijo: “Almita, hazte un pay de calabaza” ella revisó los libros de recetas y sacó la que era más fácil en ese momento. El olor de todos los ingredientes al hornearse le encantó a Alma y se puso a buscar más sobre el pay de calabaza.
 
Cuando regresó a México se lo hizo a su familia y les encantó; cada vez hacia más y comenzaron a hacerle encargos para compra; a partir de ese momento el pay de calabaza y el de manzana se popularizaron entre la familia y los amigos. Siguió con afición a la repostería, incursionando en nuevas recetas y tan pronto tuvo oportunidad se inscribió en un curso formal de repostería.